La trampa sangrienta del heterosexual
El desencanto de la homosexual
lunes, 29 de diciembre de 2014
lunes, 13 de febrero de 2012
Me gustan las mujeres, pero ¿soy gay?
He aquí una pregunta que puede parecer contradictoria, paradójica o teórica. Sin embargo, me ha sido formulada en la consulta, en más de una ocasión, por hombres jóvenes y no tan jóvenes. La primera vez que me la plantearon no me quedé perplejo por el contenido mismo de la cuestión, sino por la cantidad de implicaciones emocionales, culturales, biográficas y existenciales que se mezclaban en quien la formulaba con una cierta dosis de angustia. En realidad, se estaba replanteando su identidad sexual, conforme a una mezcla de informaciones incompletas, prejuicios y sentimientos, todos ellos cristalizados en el molde de una educación y de una cultura muy limitadas.
Se trataba de un ejecutivo bien situado que iba a casarse con su novia, con la que convivía hacía ya dos años en Bruselas. Ambos eran cultos y viajaban frecuentemente. Él pasaba todas las semanas por Madrid por obligaciones profesionales. A mis sucesivas preguntas sobre si había tenido alguna experiencia homosexual, si le atraía algún conocido, si había tenido últimamente fallos de erección, si sus dudas se debían a haber tenido algún sueño erótico…, las respuestas eran siempre negativas. Al cabo de cinco o seis sesiones, apareció claramente que se trataba de una angustia genérica producida por la proximidad de un cambio de vida, el estrés que le producían sus continuos viajes, el miedo a no poder hacer feliz a su futura esposa... Se le habían despertado inseguridades de la infancia, que a cualquiera le pueden aflorar en momentos especiales de la vida.
Todo esto, que no dejaría de ser una pura anécdota, se convierte en categoría por escenificar algo que está latente de un modo u otro en la mayoría de los hombres: el miedo a la diferencia, especialmente si la diferencia ya no es de clase social, de raza o de creencias políticas o religiosas, sino que afecta a la propia identidad como hombre, reconocido como tal por los demás hombres y por las mujeres. Es decir, el miedo a ser homosexual o a ser “sospechoso” de serlo. Como si ser hombre supusiera muchas cosas más que haber nacido con un cromosoma Y más un cromosoma X, con el consecuente desarrollo de testículos y pene, en lugar de tener dos cromosomas XX, con el consecuente desarrollo de vagina y clítoris. Es aquí donde podemos plantearnos más interrogantes que respuestas.
¿Deja de ser hombre alguien que por tendencia o/y por elección decide tener relaciones sexuales sólo con hombres? Si lo asume y lo dice, se clasifica o los demás lo clasifican de “gay fuera del armario”. Si no, “gay que no ha salido del armario”. Pero no por ello menos hombres, tengan o no “pluma” (manifestaciones consideradas amaneradas), sean activos o pasivos, o ambas cosas. He conocido numerosos hombres casados y con hijos que en alguna época de su vida han vivido en pareja con algún hombre o han tenido algún romance o experiencias aisladas.
En Nueva Zelanda, me alojó una pareja con dos hijos. El padre convivía con su amante varón. La madre tenía experiencias lésbicas fuera de la casa. Uno de los hijos era el clásico adolescente “machito”, el otro ya apuntaba sus preferencias por los compañeros de escuela. La sociedad liberal y la “científica” los calificaría de “bisexuales”, la conservadora de “depravados”. Desde mi perspectiva de aquel momento, sólo eran personas de corazón que experimentaban senderos que yo no había ni siquiera intuido que pudieran existir. Desde mi perspectiva actual, son personas de carne y hueso que rompen los moldes de las múltiples hipótesis psicológicas, médicas, sociológicas y legales, por no ajustarse a ninguna de ella. Son sujetos de investigación, pero sobre todo son seres humanos reales y singulares a los que me une un vínculo de agradecimiento por su generosa y prolongada hospitalidad.
¿Es gay quien ha tenido alguna o varias experiencias con hombres, aunque habitualmente prefiera relaciones sexuales y de intimidad con mujeres? ¿Lo es quien no ha tenido ninguna experiencia, está casado, pero le atraen algunos hombres o incluso tiene sueños eróticos con hombres o fantasea de vez en cuando? Recuerdo a un consultante que se ponía en cuestión, por el hecho de atraer frecuentemente a otros hombres, sin hacer nada para ello. Era muy bien parecido y casi lo llevaba como una carga, en lugar de vivirlo como un regalo de la vida o un azar de la naturaleza. Sin embargo, en playas y discotecas hay hombres “muy machos”que van exhibiendo sin pudor su testosterona y su sex appeal ante mujeres y hombres. Puestos a etiquetar, ¿se trataría de bisexuales virtuales, aunque algunos se ganen la vida como gigolós de señoras maduras? He conocido unos cuantos probos padres de familia, a los que sólo les ha quitado el sueño estas cuestiones una temporada. Siguen claramente su opción heterosexual sin más preocupaciones… pero… ¿serían gays reprimidos simplemente por seguir su opción libremente escogida?
Hace muchos años –fue ya en el siglo pasado-, conocí en París a un marido y padre de un hijo. A sus sesenta años, se sentía totalmente heterosexual, a pesar de que cada fin de semana, desde hacía más de veinte, se pagaba los servicios de algún “chapero” joven. Además, seguía una vía de desarrollo personal y espiritual y daba talleres de meditación. La mujer y el hijo nunca supieron dónde pasaba los sábados al atardecer. Él no me lo contaba con culpa ni como problema, aunque tal vez le liberaba el hecho de poder compartir parte de su “jardín secreto” con un profesional en un marco de confidencialidad. Otra incógnita más del alma humana dentro del tema que nos ocupa de la masculinidad, la identidad de género, los roles, la opción sexual, el deseo, la praxis cotidiana, la permanencia y el cambio.
Existen centenares de investigaciones y de publicaciones que intentan explicar todo este asunto; cada vez que me he adentrado en alguna de ellas, me quedaban fuera personas y situaciones que se resistían a entrar en alguno de los modelos, de las hipótesis de trabajo y de las explicaciones más o menos científicas que, momentáneamente, se han aceptado como verdades definitivas. Dentro de todas ellas, me ha parecido muy novedosa y de sentido común lo que explica Stanislav Grof, uno de los fundadores de la Psicología transpersonal, pionero en la investigación de estados de conciencia con LSD y creador de la respiración holotrópica, método terapéutico dirigido a conectar a las personas con todos los estados y fases que rodean la vida intrauterina y el parto, así como a los dominios transpersonales: “La preferencia sexual y el comportamiento puede ser influenciado por una predisposición genética y por hormonas, además de por factores culturales, sociales y psicológicos… Mi experiencia clínica con la homosexualidad fue en un principio bastante parcial, dado que se limitaba a un gran número de personas en busca de tratamiento, al considerar que su homosexualidad constituía un conflicto… [para muchos de los homosexuales y lesbianas en sesiones holotrópicas y psicodélicas cuya motivación era formarse en esta vía terapéutica] la homosexualidad era claramente una preferencia y disfrutaban su forma de vivir. Es más, el problema estribaba en la falta de tolerancia social y no en el conflicto o lucha psicológica interior.[1]
Después de centenares de pacientes y de talleristas homosexuales, que siguieron sesiones holotrópicas o/y psicodélicas, Grof tuvo que reinterpretar totalmente los conceptos freudianos del miedo a la castración y a la vagina dentada. La impotencia o la frigidez, por ejemplo, en lugar de ser expresión de una debilidad sexual o de una frialdad y falta de respuesta erótica, se deberían, según su experiencia, a “un exceso de energía sexual perinatal” En algunos casos, algunos se remontaron a fuentes transpersonales, como la figura arquetípica del puer aeternus, o simplemente entendieron su orientación sexual como “un experimento de la conciencia cósmica, una variación en el diseño universal, reflejo de la curiosidad del principio creativo”.[2]
Un ochenta por ciento de otros hombres que no tienen que ver con estos casos relatados parecen tenerlo claro y desde siempre. Son heterosexuales de por vida. ¡Y que nadie lo ponga en cuestión! Pero, ¿por qué ese miedo a tener amigos homosexuales? ¿De dónde esa fobia al contacto físico inocente? ¿Por qué tantas bromas e insultos? ¿Y la curiosidad por saber “cómo se lo montan” y quién hace qué? Estando en la ronda final de uno de los talleres de hombres, me sorprendió la afirmación de alguien que ya había asistido a varios talleres, al señalar cómo una de las experiencias más “fuertes”, es decir, difíciles e impactantes para él, había sido un simple masaje de espalda, dado y recibido recíprocamente por parejas formadas voluntariamente en el grupo para la ocasión. Al final, reconocía que prefería la sensualidad femenina, pero que le había venido bien la fuerza aplicada por su pareja-hombre para deshacer ciertos bloqueos y contracturas. ¡Y estamos hablando de la España del siglo XXI! Todavía se confunde simple contacto corporal con intenciones sexuales. Una excepción socialmente admitida y muy generalizada es el contacto físico entre hombres en el mundo del deporte. Los abrazos, los besos, incluidos los besos en la boca, las palmetadas en el trasero, las piñas masculinas unos sobre otros al final de un partido de fútbol, por ejemplo, las bromas en los vestuarios… desaparecen en cuanto se abandona los límites del estadio. Siempre me fascinó ese cambio brusco de comportamiento entre deportistas en cuanto traspasaban las puertas del deportivo. Es como si la mirada externa, permisiva en ciertos contextos, se volviera severa fuera de ellos. Y parece que esta mirada ejerce tanta presión que conduce a una fuerte autocensura del contacto corporal entre hombres en cualquier otro lugar y circunstancia.
Pero no sólo es el contacto corporal de lo que se huye, para que no haya lugar a equívocos. Tampoco hay que mostrar demasiado afecto ni expresar sentimientos, porque rápidamente se pueden confundir con “sensiblería” y de aquí a “mostrar pluma” se considera que hay muy poca distancia. En 1979, dos psicoterapeutas de Atlanta decidieron dirigir un grupo terapéutico para hombres. Su experiencia duró cinco años. Entre otras cosas, descubrieron que los hombres estaban menos dispuestos a abrirse en un grupo si había mujeres presentes y que, si las había, tendían a representar un papel. También que les costaba continuar en la experiencia más de cuatro meses y que generalmente finalizaban mal las relaciones. Por ello, se comprometían a volver un mínimo de cuatro veces al grupo, después de haberlo abandonado, para darse la oportunidad de conocer la tristeza de las despedidas, resolver algún miedo pendiente y compartir el afecto de otros hombres que les echarían de menos y así lo manifestaban.
Pero lo más importante fue el crecimiento personal que experimentaron en su colaboración los dos terapeutas, que sirvió de modelo para el grupo: podían quererse como amigos, expresar sus desacuerdos y recuperar el contacto a continuación. El grupo les asignaba alternativamente papeles “masculinos” de padre (acción, tomar la palabra, confrontativos), por un lado, y “femeninos”, de madre (sentimientos, escucha y recogida), por otro. Acabaron integrando personalmente ambos aspectos, gracias a su acción terapéutica. Todo ello permitió plantear el aspecto más difícil de explorar en un grupo terapéutico para hombres: los propios miedos respecto a su masculinidad y su sexualidad. Todo ello ligado a expresar sus sentimientos. Comprobaron algo que sigue pasando en los grupos de hombres: se sienten tan incómodos expresando ternura y tristeza como, manifestando odio, rabia o ira.[3]
Hoy día, muchos hombres que quieren salir de la mente patriarcal caen de lleno en la antítesis del machismo, convirtiéndose en varones suaves, aliados sin espíritu crítico de las tesis feministas más clásicas, sintiéndose violadores en potencia, angustiados por la culpabilidad al hacerse co-responsables de los desmanes cometidos históricamente por su propio género. Por otro lado, tienen dificultades en encontrar sus propios términos y no ser parasitarios de los diversos movimientos de liberación gay, a pesar de tener que reconocer la válida aportación de alguno de ellos, en cuanto a profundización en nuevas formas de entender la masculinidad y, sobre todo, en su crítica radical al sistema. Fundamentalmente al haberse posicionado como seres privados frente a lo público y al poder, elevando a la categoría política la vida privada, la sexualidad, las nuevas posibles formas de relacionarse, de asociarse, de constituir unidades económicas y familiares impensables hace medio siglo.
Daniel Weltzer-Lang, sociólogo francés, investigador de las cuestiones de género, ofrece un marco más amplio en su consideración de las diferentes masculinidades y de la opresión de todas ellas por el heterosexismo dominante: “De hecho, el doble paradigma naturalista que define la superioridad masculina sobre las mujeres, por un lado, y la norma que impone cómo debe ser la sexualidad masculina, tienen en común el hecho de producir una norma política andro-heterocentrada y homófoba, que nos dice cómo tiene que ser el auténtico hombre, el hombre normal. Ese hombre, el hombre viril en su representación de sí mismo y en sus prácticas, por lo tanto no afeminado, activo, dominante, puede beneficiarse de los privilegios de género. Los demás, los que se distinguen, por una u otra razón, por sus apariencias o sus preferencias sexuales hacia hombres, representan una forma de insumisión al género, a la normativa heterosexual, y se ven simbólicamente excluidos del grupo de hombres, por pertenecer a los “otros”, al grupo de dominados /dominadas, que incluye a las mujeres, a los niños y a cualquier persona que no sea un hombre normal”. [4]
En mi experiencia de talleres residenciales de hombres, han sido excepcionales los participantes abiertamente gays, y siempre acudieron sin su pareja masculina. Concretamente en España son una escasa minoría los que sacan a la luz las cuestiones de género como algo que pueda ser trabajado desde el ámbito de lo psicológico, lo terapéutico, el crecimiento personal o los ámbitos arquetípicos y transpersonales. Y muchos menos los que se asocian con fines políticos, más allá de las reivindicaciones concretas de ser integrados en la actual sociedad, en igualdad de derechos, como ciudadanos normales, pero sin poner en cuestión todo el paradigma patriarcal imperante. Y son igualmente muy pocos los que se dan cuenta de que en el interior del colectivo, del que una gran mayoría se siente totalmente ajeno, se reproducen todos los mecanismos de categorización, exclusión y dominación que imperan en una sociedad regida por los esquemas tradicionales de la mente patriarcal. En ocasiones, incluso se lleva al extremo el consumismo, el cultivo del cuerpo, la idealización de la juventud permanente y un clasismo típicamente gay: dominio de jóvenes sobre maduros, de cuerpos esbeltos y viriles sobre cuerpos fofos y afeminados, de “activos” sobre pasivos, de aquellos que están a la última en tendencias y marcas sobre quienes están desfasados. Y detrás de todo, el falo, el gran falo permeando y presidiendo omnipresente toda la iconografía de cómics, revistas, publicidad y filmes homosexuales masculinos.
La característica general de los hombres que acuden como consultantes y con parejas masculinas es el de personas que tienen exactamente los mismos sueños y las mismas dificultades, las mismas aspiraciones e idénticas problemáticas de convivencia y comunicación que las parejas heterosexuales. Y de los jóvenes que acuden dudando de su orientación sexual sólo me queda la convicción de que el principal conflicto se ha producido con la familia y su mayor o menor aceptación de este “hecho diferencial”, así como el miedo al juicio de compañeros de estudio o de trabajo, y del entorno en general. Igualmente he constatado que incluso en un ambiente distendido, de confianza y confidencialidad, como el de los encuentros-convivencias de hombres, los que se declaran abiertamente gays tienen una dificultad en abrirse totalmente, si no están acompañados por una minoría significativa dentro del grupo. Y ello no es de extrañar, porque incluso entre hombres conscientes que se cuidan entre sí y una de cuyas pautas es el respeto mutuo, es difícil que no salte en cualquier momento el chiste fácil sobre maricas y afeminados. Sólo puede explicarse, además de la costumbre, por el arraigo generalizado del hábito de tener que dejar siempre claro que se es heterosexual, … por si las dudas.
Así que, después de tantas preguntas e hipótesis y de tantos hechos tan diversos, sólo se me ocurre recurrir a la conclusión de C.G. Jung cuando afirmaba que el aparente conflicto individual del paciente resulta ser un conflicto universal de su entorno y de su época. Así que la neurosis no sería sino un intento individual y fallido de resolver un problema universal.
[1] La psicología del futuro. Lecciones de la investigación moderna de la consciencia. La Liebre de Marzo, Barcelona, pp. 166 y 167.
[2] Íd. p. 166.
[3] “Hombres unidos en un grupo terapéutico”, Louis W. Mc Leod y Bruce K. Pemberton, en Ser hombre, varios autores, a cargo de Keith Thompson, Kairós, Barcelona, 1993
[4] Daniel Welzer-Lang, “La crisis de las masculinidades: entre cuestionamientos feministas y críticas contra el heterosexismo” (www.poder-judicial.go.cr/.../Welzer-Lang,%20La%20crisis%20de%20las%20masculinidades%20rtf.rtf)
lunes, 6 de febrero de 2012
Otros blogs y webs afines
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(Reformado caserío de 3oo años, en plena montaña navarra, Etxalar. Allí Jone y Jochen fomentan de mil y un maneras soluciones, naturales de sanación y cuidado físico, mental y emocional;organizadores de encuentros ecomaskulinos)
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jueves, 2 de febrero de 2012
Blogs y webs masculinidades
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(Blog de Manuel Buendía. Facilitador de género y masculinidades)
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(Visión no políticamente correcta de la relación entre hombres y mujeres)
http://perso.wanadoo.es/e/jc_vicente/lecturas/diferencias/index.html
(Blog de Juan Carlos Vicente, conteniendo un buen número de libros que tratan de forma valiente la diferencia de sexos)
http://francisco-aguayo.blogspot.com/
(Blog del chileno Francisco Aguayo, investigador en masculinidades y paternidades)
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(Blog de Ana Hernández. Coordinadora del Proyecto de Coeducación y del Plan de Igualdad entre hombres y mujeres. Granada. España)
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(Masculinidades y equidad de género)
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(CISTAC; ONG boliviana que promueve los derechos sexuales)
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(CLAM, Centro latinoamericano de sexualidad y derechos humanos. Brasil)
http://www.papai.org.br/#
(Promoviendo igualdad de derechos de hombres y mujeres. Brasil)
http://www.promundo.org.br/
(Promoviendo la igualdad de género y el fín de la violencia contra las mujeres. Brasil)
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(Centro interdisciplinar de estudios de género. Chile)
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(Colectivo de hombres y masculinidades de Valparaíso. Chile)
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(Masculinidades autónomas no-opresivas y sensibles. Chile)
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(Construyendo relaciones igualatarias entre hombres y mujeres. Chile)
http://kolectivoporoto.blogspot.com/
(Kolectivo Poroto. Hombres por otros vínculos)
http://masculinidadeslapintana.blogspot.com/
(Masculinidades y desarrollo local. Chile)
http://www.eme.cl/2009/07/menengage-chile.html
(EME. Masculinidades y equidad de género. Chile)
http://www.cuds.cl/home.htm
(Disidencia sexual, revista digital de la CUDS. Chile)
Las siguientes son en lengua inglesa:
http://www.jmmsweb.org/ (Masculinidad y espiritualidad)
http://integrallife.com/member/martin-ucik/blog
(Relaciones integrales. Blog de Martin Ucik)
viernes, 27 de enero de 2012
Ecomaskulinidades: ¿qué queremos los hombres?
Por Alfonso Colodrón
Ecomaskulinidades. Un palabro, una invención, un neologismo. Pero tiene su sentido. Los nuevos términos que empiezan por “eco” nos suenan a “ecología”, equilibrio con la naturaleza. En su origen, a casa, que es lo que significa en griego “oikos”. Que lo masculino vuelva a casa, a su origen, a su profundidad. Macho y hembra nos remiten a lo biológico, al cuerpo, a la diferencia de sexos. Hombre y mujer para muchos antropólogos y sociólogos podrían referirse a las construcciones culturales que en cada época y civilización la sociedad ha exigido como comportamientos diferenciados para ambos géneros. Masculino y femenino podríamos utilizarlo como cualidades psíquicas y espirituales latentes en toda mujer y en todo hombre.
¿Y por qué el plural “maskulinidades” y por qué con K? Porque tal vez no encontremos un consenso histórico ni filosófico para definir una sola “masculinidad” universalmente válida y porque también hemos de dar cabida a la realidad subjetiva: cómo vive cada persona, cómo siente y cómo define sus aspectos masculinos y femeninos. La K es un guiño al inconsciente por evocar la fuerza de la energía de la kundalini, que asciende por la columna vertebral, la rebeldía innovadora de los jóvenes “okupas” y la insumisión de los grafiteros que cambian la “C” y la “Q” por la “K” en la mayoría de sus pintadas.
Y siguen las preguntas: ¿qué queremos los hombres? De niño, siempre oí decir a abuelas, tías y madres: “los hombres siempre quieren lo mismo”, es decir, sexo. Y algunas mujeres siguen pensando eso, ignoro si por temor infundido en la infancia, por propia experiencia o por simple fantasía de ser continuamente deseadas. Supongo que habrá de todo. Lo que puedo afirmar como hombre es que no todos los hombres queremos lo mismo, y que este hecho depende de circunstancias tan obvias como la edad, la constitución física y el carácter, las condiciones socioeconómicas, la educación y en última instancia el nivel de evolución personal y espiritual.
Modifiquemos entonces la pregunta: ¿qué necesita una gran mayoría de hombres hoy día ante los cambios vertiginosos que se han producido en las últimas décadas en las relaciones de género? Ser hombre siempre ha sido una identidad en contraposición a “no ser mujer”, a no tener comportamientos atribuidos culturalmente a las mujeres: ser fuerte, ocultar la vulnerabilidad y los sentimientos, solucionar los problemas por uno mismo, ser proveedor y protector, competir con otros hombres para tener éxito –en los deportes, en los estudios, en la profesión, con las mujeres en general, “llevar los pantalones en casa” y toda una serie de mandatos introyectados, cada vez más difíciles de sobrellevar. Sí, porque muchas mujeres empezaron a ser dueñas de su sexualidad con la píldora, se independizaron económicamente al incorporarse masivamente al mundo laboral, exigen con toda razón compartir las tareas domésticas, han dedicado más tiempo a evolucionar, interrogarse, compartir entre ellas, a exigir otro tipo de varón fuerte y sensible, buen amante y compañero, que sepa escuchar en lugar de dar soluciones, que pueda mostrarse frágil sin derrumbarse, que esté presente sin evadirse en el trabajo o en los deportes, sin dejar de ingresar todo o parte de los dineros necesarios para mantener un hogar.
¿Y dónde pueden los hombres aprender todo eso de golpe? Algunos se refugian en el antiguo machismo, que no es sino la otra cara de la moneda de la sumisión. Muchos olvidan sus mejores y más sanos aspectos masculinos y viven con su pareja con la misma obediencia y miedo a disgustar con que vivían con su madre. Caer en un extremo o en otro supone ir de la tesis a la antítesis. Y se producen los divorcios y separaciones, en un setenta por ciento iniciado por las mujeres ¿Y cómo y dónde encontrar la síntesis?
Hoy día existen pocos espacios exclusivos para hombres que no sean de carácter machista. Las mujeres se reúnen más, crean sus propios espacios de comunicación y suelen ser las participantes mayoritarias de muchos de los talleres y seminarios de desarrollo personal. Los hombres, más bien reacios, se aíslan o se reúnen para tomar unas cervezas o ver un partido de fútbol. ¡Qué pocas oportunidades de encontrarse sin tener que competir, sobreactuar por la existencia de la mirada femenina, poder compartir dudas, temores, problemas y soluciones. Y sobre todo encontrar nuevas respuestas y renovados modelos no patriarcales. Tal vez sea el momento de recurrir a patrones arquetípicos olvidados, a los sueños colectivos, a los mensajes del mundo imaginal y onírico. Atreverse a indagar en el propio corazón hasta la profundidad de las entrañas sin miedo a la oscuridad ni a la fuerza allí escondida.
Es tiempo de recobrar una masculinidad profunda que dignifique la fuerza primigenia de lo masculino, su creatividad y sentido de cooperación, al tiempo que honre lo femenino y reconozca la vida como el valor fundamental. Los otros machos ya no son entonces rivales sino compañeros, hermanos con los que es posible mostrarse sin herir ni ser heridos y romper los múltiples tabúes que impregnan el “ser un hombre”. Mientras escribía esto, una amiga que viaja con frecuencia a Argentina me envía un tango bailado por los hermanos Macana (http://www.youtube.com/embed/S-mkR-KoPts). Complicidad y acuerdo tácito para conducir y ser conducido alternativamente. Fluidez como en los movimientos del tai-chi. A finales del siglo XIX los tangos los ensayaban en los arrabales de Buenos Aires parejas de hombres, los “malevos” o matones de los suburbios portuarios. Los rápidos movimientos ágiles y el mantener siempre el equilibrio eran imprescindibles para defenderse en las frecuentes luchas a navaja, en muchas ocasiones para obtener sexo con una mujer. (Aquí va un enlace de un corto de animación con una recreación: http://www.youtube.com/watch?v=C3w5aEyjX8M&feature=player_embedded ). Imágenes muy bellas que rompen los esquemas sobre el dominio o la sumisión entre hombres, el afeminamiento o la figura de “puro macho” en una pareja de tango hombre-mujer.
No hace mucho me invitaron a cofacilitar un taller para hombres en Cataluña. Lo curioso es que eran las mujeres de algunos de los asistentes las que habían organizado el encuentro, quejosas de que sus parejas masculinas se hallaban estancadas en su desarrollo personal. Y lógicamente esto repercutía en el estancamiento y la insatisfacción de la relación de pareja. En la consulta, aparecen con frecuencia historias de separación y divorcio. De vez en cuando, alguna pareja que acude con la intención de superar una crisis o un largo periodo de monotonía sin aparente salida y que logra cambiar los patrones que obstaculizaban la relación y dar un salto adelante.
Por otro lado, hombres de cuarenta a sesenta años, inteligentes, sensibles, con capacidades relacionales, que han sido abandonados o que no entienden que su pareja haya llegado a un límite e imponga la ruptura. El primer paso es que vuelvan a conectar consigo mismos, porque la familia de origen, la educación y todo aquello a lo que les empuja el sistema les hizo olvidarse de quiénes eran para cumplir el papel que se esperaba de ellos. La mayoría solo tuvieron una conexión emocional con su madre, porque el padre estaba ausente o no era claramente un modelo a seguir. Hay muchos más huérfanos emocionales de padre que huérfanos por mortandad temprana de sus progenitores.
¿Y cómo volver a conectar con una fuerza que no se recibió del padre o de la que se huyó, si no es contemplando otros espejos masculinos y recibiendo y dando comprensión, solidaridad y apoyo?
Entre las propuestas que surgen aquí y allá, aparece este blog que espero contribuya con sus artículos, talleres, foro abierto y consulta on line a que los hombres avancemos en revertir la mentalidad patriarcal, del que somos tan víctimas como las mujeres, y al cambio de nuestras creencias, actitudes y comportamientos en aras de una mayor felicidad y armonía en nuestras relaciones con los demás hombres y con las mujeres. En él iré desarrollando ciertas claves basadas en los trabajos de David Deida y Martin Ucik, dos referentes esenciales en el trabajo sobre las masculinidades y las relaciones armoniosas de pareja desde una visión integral, que tiene en cuenta los diferentes niveles de conciencia en los que puede encontrarse cada miembro de la pareja.
Pozuelo de Alarcón. A finales de Enero del 2012
Cómo llegar a Interser
El Centro Interser se encuentra en Pozuelo de Alarcón (a 10 kms de la Puerta del Sol) y a unos cinco minutos a pie de su Ayuntamiento.
Si vienes en coche puedes hacerlo por la Carretera de Castilla y/o la M40
Igualmente hay variadas posibilidades de transporte publico:
AUTOBUSES. Intercambiador de Moncloa. 656 o 657
RENFE. Desde Principe Pío a Pozuelo Estacion (solo 8 minutos de viaje). Tomar luego el 656 hasta el Ayuntamiento.
METRO LIGERO. La estación correspondiente es Bélgica
Al formalizar vuestra inscripcion os ofreceremos los detalles necesarios.
Si vienes en coche puedes hacerlo por la Carretera de Castilla y/o la M40
Igualmente hay variadas posibilidades de transporte publico:
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RENFE. Desde Principe Pío a Pozuelo Estacion (solo 8 minutos de viaje). Tomar luego el 656 hasta el Ayuntamiento.
METRO LIGERO. La estación correspondiente es Bélgica
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sábado, 21 de enero de 2012
Cooperación y amistad entre hombres
La educación que recibimos era y sigue siendo contradictoria. El respeto y formar equipos de trabajo es lo opuesto a sacar las mejores calificaciones, ser el mejor y competir para obtener el mejor trabajo. Así que a los hombres se nos pide unión para producir en el trabajo o para ganar un partido mientras que hay que rivalizar para obtener la mejor pareja, ganar más dinero, trepar en la empresa, en la Administración o en la política. Hay hombres que no tienen amigos. Otros que no pueden tener amigas sin pensar en tener sexo. Las dos son situaciones que obstaculizan la posibilidad de una vida armoniosa en pareja o, si se decide vivir solo, dificultan una vida plena en relación. La amistad necesita conocimiento: de sí mismo y del amigo. Y creemos conocernos, pero solo la relación con otros hombres en confianza y con espíritu de colaboración permite llegar al fondo de uno mismo, pues todos somos espejos de todos. Y no mirarse nunca en el espejo de los demás congéneres es tan dañino como el narcisismo de contemplar exclusivamente la propia imagen.
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