viernes, 27 de enero de 2012

Ecomaskulinidades: ¿qué queremos los hombres?


Por Alfonso Colodrón

Ecomaskulinidades. Un palabro, una invención, un neologismo. Pero tiene su sentido. Los nuevos términos que empiezan por “eco” nos suenan a “ecología”, equilibrio con la naturaleza. En su origen, a casa, que es lo que significa en griego “oikos”. Que lo masculino vuelva a casa, a su origen, a su profundidad. Macho y hembra nos remiten a lo biológico, al cuerpo, a la diferencia de sexos. Hombre y mujer para muchos antropólogos y sociólogos podrían referirse a las construcciones culturales que en cada época y civilización la sociedad ha exigido como comportamientos diferenciados para ambos géneros. Masculino y femenino podríamos utilizarlo como cualidades psíquicas y espirituales latentes en toda mujer y en todo hombre.
¿Y por qué el plural “maskulinidades” y por qué con K? Porque tal vez no encontremos un consenso histórico ni filosófico para definir una sola “masculinidad” universalmente válida y porque también hemos de dar cabida a la realidad subjetiva: cómo vive cada persona, cómo siente y cómo define sus aspectos masculinos y femeninos. La K es un guiño al inconsciente por evocar la fuerza de la energía de la kundalini, que asciende por la columna vertebral, la rebeldía innovadora de los jóvenes “okupas” y la insumisión de los grafiteros que cambian la “C” y la “Q” por la “K” en la mayoría de sus pintadas.
Y siguen las preguntas: ¿qué queremos los hombres? De niño, siempre oí decir a abuelas, tías y madres: “los hombres siempre quieren lo mismo”, es decir, sexo. Y algunas mujeres siguen pensando eso, ignoro si por temor infundido en la infancia, por propia experiencia o por simple fantasía de ser continuamente deseadas. Supongo que habrá de todo. Lo que puedo afirmar como hombre es que no todos los hombres queremos lo mismo, y que este hecho depende de circunstancias tan obvias como la edad, la constitución física y el carácter, las condiciones socioeconómicas, la educación y en última instancia el nivel de evolución personal y espiritual.
Modifiquemos entonces la pregunta: ¿qué necesita una gran mayoría de hombres hoy día ante los cambios vertiginosos que se han producido en las últimas décadas en las relaciones de género? Ser hombre siempre ha sido una identidad en contraposición a “no ser mujer”, a no tener comportamientos atribuidos culturalmente a las mujeres: ser fuerte, ocultar la vulnerabilidad y los sentimientos, solucionar los problemas por uno mismo, ser proveedor y protector, competir con otros hombres para tener éxito –en los deportes, en los estudios, en la profesión, con las mujeres en general, “llevar los pantalones en casa” y toda una serie de mandatos introyectados, cada vez más difíciles de sobrellevar. Sí, porque muchas mujeres empezaron a ser dueñas de su sexualidad con la píldora, se independizaron económicamente al incorporarse masivamente al mundo laboral, exigen con toda razón compartir las tareas domésticas, han dedicado más tiempo a evolucionar, interrogarse, compartir entre ellas, a exigir otro tipo de varón fuerte y sensible, buen amante y compañero, que sepa escuchar en lugar de dar soluciones, que pueda mostrarse frágil sin derrumbarse, que esté presente sin evadirse en el trabajo o en los deportes, sin dejar de ingresar todo o parte de los dineros necesarios para mantener un hogar.
¿Y dónde pueden los hombres aprender todo eso de golpe? Algunos se refugian en el antiguo machismo, que no es sino la otra cara de la moneda de la sumisión. Muchos olvidan sus mejores y más sanos aspectos masculinos y viven con su pareja con la misma obediencia y miedo a disgustar con que vivían con su madre. Caer en un extremo o en otro supone ir de la tesis a la antítesis. Y se producen los divorcios y separaciones, en un setenta por ciento iniciado por las mujeres ¿Y cómo y dónde encontrar la síntesis?
Hoy día existen pocos espacios exclusivos para hombres que no sean de carácter machista. Las mujeres se reúnen más, crean sus propios espacios de comunicación y suelen ser las participantes mayoritarias de muchos de los talleres y seminarios de desarrollo personal. Los hombres, más bien reacios, se aíslan o se reúnen para tomar unas cervezas o ver un partido de fútbol. ¡Qué pocas oportunidades de encontrarse sin tener que competir, sobreactuar por la existencia de la mirada femenina, poder compartir dudas, temores, problemas y soluciones. Y sobre todo encontrar nuevas respuestas y renovados modelos  no patriarcales. Tal vez sea el momento de recurrir a patrones arquetípicos olvidados, a los sueños colectivos, a los mensajes del mundo imaginal y onírico. Atreverse a indagar en el propio corazón hasta la profundidad de las entrañas sin miedo a la oscuridad ni a la fuerza allí escondida.
Es tiempo de recobrar una masculinidad profunda que dignifique la fuerza primigenia de lo masculino, su creatividad y sentido de cooperación, al tiempo que honre lo femenino y reconozca la vida como el valor fundamental. Los otros machos ya no son entonces rivales sino compañeros, hermanos con los que es posible mostrarse sin herir ni ser heridos y romper los múltiples tabúes que impregnan el “ser un hombre”. Mientras escribía esto, una amiga que viaja con frecuencia a Argentina me envía un tango bailado por los hermanos Macana (http://www.youtube.com/embed/S-mkR-KoPts). Complicidad y acuerdo tácito para conducir y ser conducido alternativamente. Fluidez como en los movimientos del tai-chi. A finales del siglo XIX los tangos los ensayaban en los arrabales de Buenos Aires parejas de hombres, los “malevos” o matones de los suburbios portuarios. Los rápidos movimientos ágiles y el mantener siempre el equilibrio eran imprescindibles para defenderse en las frecuentes luchas a navaja, en muchas ocasiones para obtener sexo con una mujer. (Aquí va un  enlace de un corto de animación con una recreación: http://www.youtube.com/watch?v=C3w5aEyjX8M&feature=player_embedded ). Imágenes muy bellas que rompen los esquemas sobre el dominio o la sumisión entre hombres, el afeminamiento o la figura de “puro macho” en una pareja de tango hombre-mujer.
No hace mucho me invitaron a cofacilitar un taller para hombres en Cataluña. Lo curioso es que eran las mujeres de algunos de los asistentes las que habían organizado el encuentro, quejosas de que sus parejas masculinas se hallaban estancadas en su desarrollo personal. Y lógicamente esto repercutía en el estancamiento y la insatisfacción de la relación de pareja. En la consulta, aparecen con frecuencia historias de separación y divorcio. De vez en cuando, alguna pareja que acude con la intención de superar una crisis o un largo periodo de monotonía sin aparente salida y que logra cambiar los patrones que obstaculizaban la relación y dar un salto adelante.
Por otro lado, hombres de cuarenta a sesenta años, inteligentes, sensibles, con capacidades relacionales, que han sido abandonados o que no entienden que su pareja haya llegado a un límite e imponga la ruptura. El primer paso es que vuelvan a conectar consigo mismos, porque la familia de origen, la educación y todo aquello a lo que les empuja el sistema les hizo olvidarse de quiénes eran para cumplir el papel que se esperaba de ellos. La mayoría solo tuvieron una conexión emocional con su madre, porque el padre estaba ausente o no era claramente un modelo a seguir. Hay muchos más huérfanos emocionales de padre que huérfanos por mortandad temprana de sus progenitores.
¿Y cómo volver a conectar con una fuerza que no se recibió del padre o de la que se huyó, si no es contemplando otros espejos masculinos y recibiendo y dando comprensión, solidaridad y apoyo?

Entre las propuestas que surgen aquí y allá, aparece este blog que espero contribuya con sus artículos, talleres, foro abierto y consulta on line a que los hombres avancemos en revertir la mentalidad patriarcal, del que somos tan víctimas como las mujeres, y al cambio de nuestras creencias, actitudes y comportamientos en aras de una mayor felicidad y armonía en nuestras relaciones con los demás hombres y con las mujeres. En él iré desarrollando ciertas claves basadas en los trabajos de David Deida y Martin Ucik, dos referentes esenciales en el trabajo sobre las masculinidades y las relaciones armoniosas de pareja desde una visión integral, que tiene en cuenta los diferentes niveles de conciencia en los que puede encontrarse cada miembro de la pareja.

Pozuelo de Alarcón. A finales de Enero del 2012



3 comentarios:

  1. yo me siento androgino hombre y mujer ademas como no estoy en edad de reproduccion las hormonas me dejan tranquila como diria,,, todo es cosa de fisica y quimica una nueva era seres androginos

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  2. Lo único que importa es si uno ama o no ama. Si su corazón ama o si sólo busca el Santo Grial en el lugar equivocado.


    "No dejaremos de explorar
    Y el fin de toda nuestra exploración
    Será llegar a donde empezamos
    Y conocer el lugar por primera vez.
    Tras la puerta desconocida, recordada
    Cuando lo último de la tierra por descubrir
    Sea eso que era el comienzo;
    En el nacimiento del río más largo
    La voz de la cascada escondida
    Y los niños en el manzano
    Desconocida, por no buscada
    Pero oída, medio oída, en la quietud
    Entre dos olas de mar.
    Rápido, ahora, aquí, ahora, siempre -

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  3. Felicidades por este trabajo.

    Hace tiempo que tenia ganes de leer artículos de esta calidad.

    Gracias a Maria Colodron por ponerme en contacto con Alfonso i a Alfonso por descubrirme esta web

    Gracias a todos i todas.

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