martes, 3 de enero de 2012

Articulos Alfonso Colodrón "Palabra de hombre"

En esta serie de artículos se reflexiona sobre la condición masculina en el siglo XXI. Ya no sirven los viejos modelos y arquetipos para saber qué es ser hombre hoy día. En la sociedad actual, los patrones económicos, sociopolíticos y familiares están cambiando vertiginosamente. Las cuestiones planteadas y algunas de las posibles respuestas constituyen una síntesis de la evolución de los distintos movimientos de hombres en las últimas décadas y, sobre todo, del trabajo práctico realizado durante los últimos tres años en convivencias-talleres facilitados por el autor, con hombres comprometidos en transformar sus relaciones con las mujeres, con otros hombres y con el mundo en general.


El patriarca herido

“Estoy en manos del Dios desconocido,
y él me está infringiendo su propio olvido,
para llevarme luego a un nuevo amanecer,
a ser un hombre nuevo”.
(D.H. Lawrence)


Tal vez estos versos describan muy bien el desarraigo y las expectativas que muchos hombres sienten hoy día tironeados por fuerzas opuestas y expuestos al desmoronamiento de todos los esquemas en los que fueron educados. A pesar de los supuestos avances culturales, no acaban todavía de caer los viejos arquetipos del joven héroe que ha de salvar a la doncella, y del príncipe azul que ésta espera y que acaba coronado como rey y patriarca. Pero resulta que la heroicidad de llevar un sueldo a casa todos los meses se convierte en algo banal y rutinario, aunque no por ello menos dificultoso en tiempos de crisis, y que los jóvenes príncipes envejecen y su sangre es roja como la del común de los mortales. Y, para colmo, ellas también cazan las perdices –aportan dinero al hogar- y ellos tienen que guisarlas por turnos y fregar los platos. Y los felices amantes de los cuentos de hadas se cansan de comer todos los días perdices y empieza entonces la verdadera vida, la que no se cuenta en ningún cuento clásico. Y también las discusiones y los conflictos. Y después la frustración y muchas veces las separaciones y los procesos judiciales.

Sin embargo, aunque se reconozca en teoría la igualdad de derechos y obligaciones de mujeres y hombres, se sigue poniendo el énfasis de la identidad de género en la diferenciación cultural. A un niño, abuelos, padres y compañeros le harán saber que es niño si hace todo lo contrario de lo que hacen las niñas. Su identidad futura de varón se basará en no vestirse con los mismos colores, no hablar como ellas, no interesarse en las mismas conversaciones ni juegos y, sobre todo, mantener apariencia y formas “masculinas”, ser duro, no mostrar vulnerabilidad ni forma alguna de “amaneramiento”.

Más adelante, su pareja le exigirá “llevar los pantalones” cara a la sociedad, aunque en el hogar mande ella. Le pedirá que sea fuerte y tierno, que exprese sus emociones. Le exigirá que sepa escuchar sin tener que dar consejos y que pueda conmoverse por alguna pena susurrada, sin que tenga inmediatamente que poner el parche. Y a fuerza de intentar ser un buen amante, un buen marido, una buena pareja, se convierte en lo que Jung reprochó hace ya un siglo a los hombres americanos: se habían convertido en buenos hijos de sus parejas. Competían laboralmente en el mundo exterior y en ese mundo hacían sus guerras, pero se comportaban como corderitos dentro del hogar.

Muchos de los hijos de esos “corderitos” redoblaron la apuesta al rechazar en los años 60 la guerra del Vietnam. Si ese era el modelo a seguir, preferían no ser varones adultos y se convirtieron en lo que Robert Bly llamó “varones suaves”, más reflexivos y más tiernos, pero menos libres y más dependientes (“Iron John. La primera respuesta no machista al feminismo”, Editorial Plaza y Janés).

Han pasado desde entonces varias décadas y es ahora cuando puede detectarse con más claridad en España este fenómeno. En las sesiones individuales de terapia y en los grupos de hombres, un porcentaje significativo son hombres buenos, pero dependientes. Algunos dependientes todavía de sus madres y otros de sus parejas; con frecuencia, de ambas, con el lógico reforzamiento del conflicto: la necesidad de contentar a dos mujeres a las que se encuentra unido por un cordón umbilical simbólicamente similar.

A pesar de meritorios intentos de personas y grupos aislados, seguimos con años de retraso en todo lo que concierne la implantación de movimientos, terapias y vías espirituales respecto a muchos otros países. En España se recuerda como uno de los primeros ensayos sobre la masculinidad “La alienación del varón”, de J-V Marqués, publicado por la revista “El Viejo topo” en 1979. En esas mismas fechas, participaba yo en mi primer encuentro para hombres en Nueva Zelanda, con ayuno y sauna ritual incluidas. Fue toda una revelación que quise compartir a mi regreso a España en 1981. Sin embargo, a principios de los 80, cualquier encuentro de hombres era sospechoso de ser un encuentro sólo para gays. Durante estos veinte años, han surgido aquí y allá grupos aislados y diversos, de índole terapéutico, académico o político, cuya duración media no ha superado los dos años. También se han organizado Jornadas, cursillos, conferencias y se han formado algunas asociaciones, pero generalmente sin contacto entre sí y sin tener en cuenta los trabajos y avances realizados por los demás.

A pesar de todo, ha transcurrido el tiempo suficiente para poder diferenciar, como en el resto del mundo, diferentes corrientes. El movimiento de objeción de conciencia al servicio militar obligatorio podría considerarse el antecedente de todas ellas. Y no porque los objetores se diesen cuenta de actuar como hombres en una problemática exclusivamente masculina en aquella época, sino porque estaban poniendo en cuestión una de las bases históricas de dominación masculina: los ejércitos y las guerras tradicionales.

Los profeministas se centran junto a las mujeres en la igualdad y luchan contra de la violencia de género. Pero una corriente radical asume las tesis más extremistas de algunas de las tendencias del movimiento feminista, que considera al varón como un violador en potencia y sin remedio. Los profeministas “liberales”, se sienten iguales, pero asumen la culpa histórica de la explotación de las sociedades patriarcales a lo largo de los siglos y asumen una asimetría histórica: ahora les tocaría poco a poco la parte peor.

En el extremo opuesto, han surgido asociaciones en defensa del varón. Algunas quieren defender el statu quo, los viejos privilegios, que nada se mueva o, en último caso, que se mueva hacia la recuperación de los poderes perdidos. Otras asociaciones se limitan a protegerse de los abusos de las leyes incompletas y mal aplicadas sobre igualdad de género. Muchos hombres se consideran perjudicados en los derechos de visita a los hijos, o en la partición de bienes, cuando no son acusados en falso por sus ex parejas y pierden la patria potestad, con el grave perjuicio para los hijos que sufren, en muchos casos, el síndrome de alienación parental. De aquí las asociaciones de padres separados.

En medio, se encuentran todos los talleres y grupos informales de apoyo mutuo, liberación emocional y desarrollo del propio potencial personal, centrados en desarrollar el “ánima” o parte sensible, intuitiva, artística y nutritiva del varón.

Y lo que más dio que hablar durante una época fue el movimiento mítico-poético basado fundamentalmente en redescubrir la parte primitiva, auténticamente masculina y en inventar nuevos ritos de paso o iniciación para llegar a ser un auténtico hombre adulto mental, emocional y espiritualmente.

Una quinta corriente que yo llamaría “transpersonal”, no estaría centrada sólo en el desarrollo individual ni tampoco en el social o el político, sino en los tres al mismo tiempo. En el intento de crear un nuevo arquetipo, tras la muerte del héroe y la caída del patriarca, Allan B. Chinen, a través de sus cuentos para adultos y su interpretación junguiana, propone el cazador, el chamán y el Tramposo como nuevos arquetipos que “personifican una firmeza masculina que evita la guerra, honra lo femenino y reconoce el equilibrio de la naturaleza…. El Tramposo acentúa la curación en lugar del heroísmo, la comunicación en lugar de la conquista y la exploración sobre la explotación” (“Más allá del héroe” , Editorial Kairós).

Hoy más que nunca parece necesario crear espacios donde los hombres puedan no competir entre sí, encontrar una auténtica fraternidad entre iguales, trabajarse su sombra y recuperar la que proyectan sobre las mujeres, recobrar la auténtica energía masculina perdida y reflexionar sobre las acciones individuales y colectivas que puedan contribuir a la paz y a la justicia entre el hombre y la mujer y en el mundo. Sólo con verdadera paz y justicia se enraizará la auténtica igualdad.
Alfonso Colodrón
Terapeuta gestáltico y consultor transpersonal



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